Martha Lucía González, exjueza que salió de Colombia por atentados en su contra debido a las investigaciones que adelantaba sobre las masacres en las fincas La Honduras, La Negra y Punta Coquitos, en Turbo, Antioquia, escribió estas palabras por el homenaje póstumo que hizo el Senado a Álvaro González, su papá, asesinado en venganza por las decisiones que ella tomó durante su rol como jueza.
En el año 1988 imperaba una grave alteración del orden público en el país. El 4 de marzo de ese año se produjo la primera gran masacre de campesinos en las fincas Honduras y la Negra, y en la vereda Punta Coquitos de Urabá (Antioquia). Como Juez de Orden Público de Bogotá con categoría de Magistrada, identifiqué a los responsables de esos genocidios, desentrañando las causas de la violencia en el país con foco en el Magdalena Medio. Dicha violencia emergía del triángulo conformado por paramilitares como Fidel Castaño, Henry, Gonzalo y Marcelo Pérez, y Luis Rubio, Alcalde de Puerto Boyacá, por narcotraficantes como Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha del Cartel de Medellín y por los nexos de apoyo bien estructurados en el Ejército y en la Policía Nacional, contra todos los cuales libre los correspondientes autos de detención.
Después de amenazas, inclusive del ministro de Defensa Rafael Samudio Molina y tres atentados fallidos, salí al exilio forzoso como Cónsul de Colombia en Indonesia, junto con mi familia.
En venganza por mis decisiones judiciales, el 4 de mayo de 1989, se produjo el hecho más doloroso imaginable, el asesinato de mi padre Álvaro González Santana, eminente dirigente político, profesor universitario, Doctor en Derecho y Economía, Representante a la Cámara y Senador de la República, entre otros cargos, quien como Gobernador de Boyacá le señaló y colocó al departamento en el camino del desarrollo.
Mientras ocupó curules en el Congreso de la República, fue ponente y promotor de importantes proyectos que beneficiaron al país y a su departamento.
En Sogamoso, su ciudad natal, fundó el Instituto Técnico Industrial “Gustavo Jiménez”, pionero de la educación intermedia entre la formación académica y el empleo y la Seccional de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, fue cofundador del Parque Industrial, precursor de ese tipo de parques en el país y de la Casa de la Cultura? y contribuyó con la construcción del Coliseo. Fue tal su apoyo al progreso de la ciudad y de sus gentes que se le designó “el Benefactor de Sogamoso”.
Si inmensamente doloroso fue su temprano sacrificio, con tan solo 52 años de edad, también lo ha sido el olvido al que la ingratitud y el tiempo lo han ido sometiendo, a pesar de haber sido un hombre ejemplar en todos los órdenes de la vida: padre amoroso, amigo fiel, caballero integral, destacado profesor, político honesto y acertado y prolífico gobernante.
La Orden del Congreso de Colombia en Grado de Gran Cruz con Placa de Oro que esa magna Corporación acaba de otorgarle, constituye para mí y para toda nuestra familia un acto de justicia y de reconocimiento a su obra y a su memoria, que le honra, enaltece y dignifica y que nos llena de orgullo, el cual agradecemos inmensamente.
Martha Lucía González Rodríguez
Foto tomada de El Espectador