Por: Gustavo Gallón Giraldo en El Espectador
Pasó a mejor vida uno de los verdugos al servicio del DAS. Murió en enero el coordinador del grupo criminal que hizo seguimientos ilegales a defensores de derechos humanos. Consta que dicho grupo actuó por lo menos desde principios de 2003 hasta finales de 2005.
Fernando Ovalle descansó en paz, víctima de un cáncer, luego de confesar atrocidades que ejecutó, como el funcionario nazi Adolf Eichmann, creyendo que correspondían al protocolo normal de su trabajo como agente de inteligencia del Estado. O como los monstruos de la película en cita, que desempeñaban, como cualquier oficinista y sin reatos de conciencia, su rutinaria labor profesional: asustar criaturas.
Antes de partir, alcanzó a declarar que su grupo constaba de más de 30 personas dedicadas a "neutralizar" a defensores de derechos humanos. Le habían ordenado actuar en contra nuestra por considerarnos enemigos del Gobierno, debido a las acciones realizadas por nosotros ante jueces penales, Corte Constitucional y Corte Interamericana, es decir, a la activación del Estado de derecho. Sus primitivos jefes califican eso como una "guerra jurídica", que supuestamente realizamos para favorecer a la guerrilla y limitar la capacidad de acción del ejército.
Ovalle recibió, por lo tanto, la orden de organizar el grupo para interceptar nuestras comunicaciones, esculcar la basura de nuestras casas y arrendar locales cercanos a la vivienda del "blanco" para dar cuenta de nuestras actividades durante las 24 horas del día, además de perseguir a nuestros hijos hasta el colegio. Este eficiente equipo llegó a enamorar a la empleada del hogar de uno de los "objetivos", con lo cual obtuvo la llave de su residencia. Sabía más de nuestra cotidianidad que nosotros mismos.
Sus jefes, aprovechando quizás el silencio de ultratumba, han afirmado que no tuvieron nada que ver con esas inconfesables acciones. Así lo dijo uno de ellos, José Miguel Narváez, ante un conocido noticiero de televisión, y obtuvo casi 70% de aprobación por televidentes que votaron sobre su entrevista. Los votantes no supieron, porque el noticiero no se lo preguntó, que aquél dictaba clases a los paramilitares para enseñarles que sería lícito matar comunistas en Colombia, como muchos lo han revelado.
Entretanto, el DAS, desde el cual se hizo esta operación vergonzosa, va a cambiar de nombre, por virtud de un proyecto de ley con el cual se espera que mágicamente le borre su siniestra trayectoria. Difícil, porque Ovalle, en un acto que quizá lo enaltece, alcanzó a revelarle a la Fiscalía detalles que indican que el destino final de sus actividades era la Presidencia de la República. Algunos de sus jefes y colegas corroboran tal hipótesis. Ojalá la justicia descubra plenamente esta evidencia porque, a pesar de que el funcionario Ovalle no está ya disponible, sus animadores continúan en plena actividad, con numerosos operarios a su servicio.